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Ballenas que permanecían en Bahía de Banderas ahora se desplazan a Centroamérica

Aunque la temporada de avistamiento de ballenas concluyo hace un mes todavía había algunas en la bahía de Banderas 

 

 

Hace menos de un mes terminó la temporada de avistamiento de la ballena jorobada, casi coincidiendo cuando iniciaban en el país los efectos de la pandemia, sin embargo, algunos ejemplares continuaron varios días más en la región, sobre todo madres con crías. Conforme se conoce más el comportamiento de esta especie se sabe que sus desplazamientos son enormes frente a las costas del océano Pacífico oriental norte. Algunos incluso llegan desde aguas muy frías al norte y descienden hasta Centroamérica.

Hace algunos años sorprendían los reportes de avistamientos de ballenas en Acapulco, pero eso es más común de lo que se cree, según información de la organización Ecología y Conservación de Ballenas (ECOBAC), algunas ballenas jorobadas del Pacífico Norte viajan durante el invierno hasta Centroamérica, pasando antes por Bahía de Banderas, Manzanillo, Acapulco, Zihuatanejo y Oaxaca.

Recientemente la organización Viva Ballena en El Salvador subió fotos al portal HappyWhale y fueron vistas varios ejemplares que han estado en Bahía de Banderas, aunque ya no se han visto desde hace muchos años (algunas desde 2005 y otras desde 2013). Una de estas ballenas es “Dali” (clave 1BB027) conocida desde 2003 y vista en 2007 y 2013 en esta región.

El pasado 23 de marzo se cerró oficialmente la temporada de observación, pero en las siguientes semanas se vieron hembras con sus crías y algunos adultos provenientes de Centroamérica, cuando la mayoría de los ejemplares que permanecieron en la Bahía de Banderas ya se encontraban en California, Oregón o Washington.

Sobre el tema, expertos advierten que el avistamiento de ballenas puede cambiar la distribución y dispersión de los grupos de cetáceos y afectar sus vocalizaciones, que son una parte crucial de su vida social y supervivencia. Los cetáceos también pueden verse afectados negativamente sin mostrar ningún cambio aparente en el comportamiento.

Agregan que como resultado, esas ballenas pueden sufrir estrés agudo, que puede provocar enfermedades y afectar su reproducción y por tanto la supervivencia a largo plazo de la especie.

“En las grandes ballenas, los cambios de comportamiento significativos también pueden tener altos costos de energía, en particular para las hembras con crías, con el agravante de estar lejos de sus áreas de alimentación. Si las hembras no pueden descansar y gastan sus reservas de energía nadando, pueden no tener suficiente leche para amamantar a sus terneros adecuadamente”.

Solo tres estudios hasta la fecha han podido demostrar los efectos a largo plazo de la observación  en las tasas vitales de cetáceos, principalmente una disminución en el éxito reproductivo femenino, sobre todo en odontocetos (ballenas, delfines y otros cetáceos dentados).

Se estima que en todo 2019, unos 15 millones de personas avistaron ballenas en sus hábitats naturales a nivel mundial. Los turistas gastaron en ello 2,5 mil millones de dólares, en un sector que genera 19 mil empleos.

El aumento de la temperatura del mar y el aumento de la acidez de los océanos pueden perturbar tanto los patrones del área de reproducción como el uso de hábitats por parte de las ballenas jorobadas. Asimismo, el aumento del tráfico de embarcaciones, tanto comerciales como recreativas a lo largo de los corredores migratorios costeros, y la degradación de los hábitats oceánicos, se suman como amenazas.