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Gerardo Sandoval Ortiz |

AMLO se metió a la cuna del narco…y perdió

CONTEXTOS

En Culiacán, los malosos le aplicaron al gobierno la frase aludida por Andrés Manuel López Obrador, la del “ríndete, están rodeados”.

Culiacán es una ciudad que ronda el millón de habitantes, cuyo crecimiento demográfico ha ido de la mano del éxodo de pueblos serranos desde mediados del siglo pasado.

Si a Puerto Vallarta lo poblaron las familias de Talpa de Allende, Mascota, San Sebastián del Oeste y rancherías con la quiebra de la minería a principios del siglo pasado, en Culiacán se avecindaron los desplazados de Badiraguato, Tamazula, Cosalá, Choix, de los caseríos de la zona del afamado “triángulo dorado”.

El gobierno no fue capaz de ofrecer a los nuevos vecinos de Culiacán, unos desplazados por la miseria y otros de la violencia. Eso provocó que evocaran y retomaran su ancestral modo de vivir y eso no era otro cosa que el cultivo, transporte y venta de enervantes. Primero la mariguana y en las dos o tres últimas décadas el negocio de las drogas sintéticas.

Bien, en cierto modo, esos descendientes que bajaron de la sierra y se apoderaron de Culiacán, son quienes acorralaron hasta rendir al estado mexicano la tarde-noche del jueves. Les fue fácil rodear la cuna del narcotráfico y capital de Sinaloa a las fuerzas armadas, a su comandante supremo, López Obrador, a sus generalotes y a su secretario de Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo.

Nos asombró la insistente pregunta que algunos amigos nos hicieron desde la noche de ese jueves. Querían saber qué diablos ocurrió realmente en Culiacán. Muy difícilmente nos dirá el presidente de la república la verdad, si él, Durazo o alguno de sus generales, ordenó el operativo, luego contraordenó y negoció liberar a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “el chapo” Guzmán.

Para entender que pasó, entender no saber, es obligado conocer Sinaloa, Culiacán, la sierra, sus rancherías y un mínimo a sus habitantes. En la capital se mercadea el producto pero éste se siembra y se cocina en los inhóspitos rincones de la montaña. La mano de obra son los hombres de la sierra.

La violencia desapareció caseríos de la sierra del sur, Escuinapa, Rosario y Concordia. En San Ignacio, Cosalá y La Cruz de Elota, sus pobladores han abandonado sus hogares y migra a las ciudades. Eso mismo fenómeno ocurre en el norte del estado.

La vida productiva en la sierra inicia cuando el hijo alcanza máximo unos 12 años de edad. Ya nace con iniciativa y olfato de subir al cerro y sembrar su coamil de yerba verde. No lo sabemos por pláticas, lo vimos. La siembra de mariguana es herencia y ritual insalvable allá arriba. Es la única forma de generarse un ingreso, una o dos veces por año. El gobierno no ofrece más opciones pues desde siempre los condenó al abandono ancestral, sino caminos ni vías de comunicación, ni oportunidades a un empleo.

En el pasado mediano, nos referimos una vez a la revisión de una investigación de un grupo multidisciplinario que eligió hacer su servicio social en El Tecomate de La Noria, una comunidad enclavada a orillos del río Presidio, ya en las colindancias con el estado de Durango. De ninguna forma nos causó asombro la conclusión única sobre la actividad económica en la que gira la vida de los pueblos de la sierra: siembra y venta de mariguana.

El negocio de las drogas, en todas sus modalidades, es en buena medida el soporte de la economía de Culiacán. La agroindustria es pujante pero no se le compara. La horticultura está tecnificada. No por nada la capital tiene fama por sus altas ventas de vehículos de lujo. Tantas veces ha habido golpes al narcotráfico la economía se contrae.

Culiacán también ha sido cuna y origen del narcocorrido, de la música alterada. Allá nació la música de El Komander, Gerardo Ortiz, Calibre 50, otros muchos cantantes y bandas que narran hechos y vidas, heroicas batallas de los varones de las drogas.

En ese Culiacán, el secretario Durazo diría primero que unos 30 agentes de la Guardia Nacional realizaban un patrullaje y accidentalmente dieron a una casa y ahí aprehendieron a Ovidio Guzmán y tres civiles. Enseguida se vieron rodeados por hombres armados y superados, soltaron a su presa. Liberar al hijo de El Chapo Guzmán sería una orden tomada por el “Gabinete de Seguridad”. En ese punto Durazo acabaría por reconocer el operativo fallido. Esa negociación la obligó el despliegue de pistoleros por distintos rumbos de la ciudad.

Cuando sostenemos que no nos dirán la verdad tratamos de referir una segunda versión, la de que Guzmán comía en una carreta de mariscos y ahí fue rodeado y atrapado por militares. Ovidio se entregó y lo llevaron a la Fiscalía General y en ese punto hubo en primer ataque a balazos.

No lo dijeron así, pero fue debió ser en ese momento cuando López Obrador, Durazo y sus generalotes se sintieron rodeados y tomaron la decisión de rendirse frente a “los chapitos” y sus hombres. Durazo dijo que por “prudencia” liberaron al detenido pero hay otros datos que permiten suponer que sencillamente han sido arrodillados y humillados.

Nuño Beltrán de Guzmán fundó la ciudad hace unos 500 años y ahí a los herederos de Guzmán se les facilitó rodear a las fuerzas federales. La tierra de Beltrán de Guzmán sigue siendo de los Guzmán gritaron esa noche del jueves mientras echaban bala.

Ya se compusieron narcocorridos que circulan en las redes sociales y los malosos se mofan del gobierno. Y cómo no los iban a rodear si de Tepuche, de Jesús María, al otro lado de Imala, de Sanalona, o de Costa Rica, Aguaruto, se desprendieron pistoleros en decenas y decenas de camionetas.

La rebelión de los malosos, el operativo fallido y el terror vivido por un sector de los culichis fue un torpedo que lastimó la imagen y la confianza del gobierno federal, del ejecutivo López Obrador y exhibió la debilidad del estado mexicano. Abrió un debate entre defensores de López Obrador y la oposición. Los legisladores panistas demandaron el cese de los responsables.

Las acciones, decisiones u omisiones del gobierno de López Obrador parecieran por naturaleza ser razones suficientes para dividir a la sociedad mexicana. El apasionamiento les impide a unos tolerar a expresiones contrarias pues asumen ser portadores de la verdad absoluta.

Puede ser que lo de Culiacán no pruebe ser el de López Obrador un estado fallido aunque el gobierno aceptó el operativo fallido, deficiente y precipitado.

López Obrador es la burla de sus opositores, de los conservadores, de sus odiados “prianistas”. La reculada muestra al estado como débil y titubeante. La imagen del país manchó al país y somos la burla en el extranjero.

No, nadie quiere masacres como dice en su discurso el mandatario. Pero a él le toca poner un alto a los malosos y preocupantemente las masacres se repitan por todos lados. Esta semana hubo 14 policías ejecutados en Michoacán. En Guerrero otra matanza, un militar y 15 civiles. En la frontera de Tamaulipas, en Guanajuato, Jalisco, no cesan los reportes de las matanzas.

Nadie quiere masacres pero tampoco nadie quiere ver campantes pasear por sus calles a los varones de las drogas, como tampoco nadie quiere ver a sus hijos engullendo los productos que siembran y fabrican esos señores. Ahí el sentir del mexicano cree ver al estado mexicano en franca rendición.

Los malosos apelaron y aplicaron el precedente de los paramilitares de Michoacán y los normalistas rurales. Le tomaron la medida al presidente y saben cómo salirse con la suya. Es fácil rodear y aflojar a López Obrador y sentarlo a negociar. Al presidente ya le queda claro que a estos señores su estrategia de “abrazos no balazos” es cosa para niños, no para ellos.

Revolcadero

Por cierto, la masacre de soldados contra un grupo de civiles armados en las inmediaciones de Iguala, Guerrero ya tiene luces de alarma encendidas al surgir las sospechas de haberse cometido una ejecución extrajudicial. Por lo pronto, la CNDH ya dio que investigará el hecho. Don Santo Amlo y los comandantes del ejército han dicho que se aplicó el protocolo y que respondieron a una agresión de los civiles. En una callecita donde a duras penas caben dos vehículos, quedó la camioneta con los civiles muertos y un golpe en el frente. En el frente tiene huellas de impactos de bala. Recogieron cuerpos de la cajuela, muy atrás del frente. La versión oficial dice que por el frente los agredieron y de frente respondieron el fuego. Que disparó solo un soldado, y ya herido mató a los 14 civiles. Pero la camioneta presentas tiros procedentes de su costado izquierdo y de atrás. Eso se contrapone a la versión oficial y ha hecho pensar que como en Apatzingán, Tlataya, Tanhuato, donde se demostró que militares y federales “fusilaron” a supuestos delincuentes ya detenidos. En Apatzingán se contabilizaron por lo menos 16 muertos, Tlatlaya fueron 22 los ejecutados, la misma cantidad que en Tanhuato. ******Ayer nos llamó la atención una aclaración y corrección a sus lectores del diario Crítica de Tepic. Había hecho días atrás graves pero falsas y ruines acusaciones contra el alcalde Arturo Dávalos Peña y de dicha publicación se desdicen. Ayer la información había ya “desaparecido” del portal digital de dicho medio que dirige Lenin Salvador Guardado Negrete. Lenín Guardado es aquel periodista que hace ocho años registró su candidatura por el PRI para regidor en una demarcación de la capital cora pero fue apaleado en las urnas. Los electores lo repudiaron porque su fama como personas y periodista es de lo peor. Es quizá el mejor ejemplo del viejo periodismo que se practica en Nayarit cotidianamente raya la línea de la extorsión. La amenaza de llevarlo a la justicia parece haber sido suficiente para retirar y retractarse de la información.***** Por cierto, autoridades y turisteros festejan esta semana que la encuesta levantada por el INEGI reafirmó a Puerto Vallarta como una de las ciudades con mejor percepción de sus ciudadanos en materia de seguridad pública. Nuestro destino se colocó como la sexta ciudad en donde sus habitantes perciben seguridad total en sus calles, centros comerciales, plazas y parques públicos, mercados, restaurantes, playas, en sus casas y cualquier lugar público o privado. Por lo demás, ya nos estamos acostumbrados a ver la ciudad dentro de la lista del top ten, ahora, top six, de las ciudades más seguras del país por percepción de los vallartenses. En el gobierno municipal festejan la encuesta del INEGI por que la percepción ciudadana sobre el “desempeño gubernamental” es considerada como “muy o algo efectivo” para resolver los problemas más importantes. Esa calificación es de alta aprobación.