CONTEXTOS
Gerardo Sandoval Ortiz
En la última feria del libro que año por año toma como suya la plaza de armas de la ciudad, hallamos un libro en oferta que adquirimos, por dos razones, por su bajo costo y su título. Es “El Despido”, la crónica de los inciertos días vividos por la periodista Carmen Aristegui después de revelar la residencia presidencial Casa Blanca de la familia de Enrique Peña Nieto.
Justo una semana después, como parte de la Muestra de Cortometrajes en Puerto Vallarta, la Central Casa Creativa ofreció en calidad de estreno el documental Silencio Radio.
Son breves historias que tratan el mismo tema, los entresacados vividos por la periodista atrapada en la maraña de intereses que se tejen entre políticos y empresarios.
Que el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador haya aplicado una nueva embestida en su mañanera de este viernes 4 de enero contra Carmen Aristegui nos impulsó a ocuparnos de un tema nacional, lo cual es poco habitual en este espacio. Podemos la acometida presidencial como una evidencia de un ambiente desagradable, nada amigable pero sí amenazante, que deliberadamente se alienta desde el Palacio Nacional contra los periodistas.
Primero, puede revelar algo que a medio sexenio, López Obrador pone distancia de figuras del periodismo nacional; Aristegui, Ricardo Rocha, son dos ejemplo. No necesariamente implica que le han retirado el apoyo pues en realidad no se pronunciaron seguidores de los postulados de la Cuarta Transformación ni de Amlo. Ocurrió que el incisivo y método periodismo de investigación arrojó beneficiarios circunstanciales, casi todos políticos que por décadas lucharon por el poder. Estos beneficiarios, con López Obrador a la cabeza, creyeron ser la inspiración de periodistas como Aristegui, ignorando la realidad. En México, los periodistas ya ejercían el respeto a su trabajo, mayor tolerancia a la crítica, más respeto a la libertad de expresión.
Ellos se movían por “la necesidad de cavar más allá de la superficie para arrojar luz y lanzar una voz crítica sobre el poder intocable de México”, definió el autor del libro El Despido, Wilbert Torre,
Es cierto, nadie como Carmen Aristegui sufrió los aciagos tiempos del presidencialismo tirano que no daba concesiones. Las investigaciones de “la casablanca” ocasionaron su salida de la empresa de los Vargas MVS, de fugaz presencia aquí en Puerto Vallarta hace dos décadas. En realidad, aquel marzo de 2015 sería la segunda vez que fue echada con todo su equipo de trabajo.
En el equipo de Aristegui, destacaba el historiador y académico Lorenzo Francisco Meyer Cossío. Es el padre de Roman Meyer Falcón, que para mayor dato es el titular de la Sedatu desde diciembre de 2018. López Obrador lo nombró. Sergio Aguayo, crítico escritor, académico y activista, y la intelectual Denisse Dresser, completaban el equipo de análisis. Sería interesante conocer la opinión del autor del libro “la charola” (donde por cierto aparece un pecadillo estudiantil de un destacado empresario local, Jorge Villanueva Hernández) sobre la gestión de Amlo. Ya sabemos que Denise Dresser es cliente de las mañaneras.
Lorenzo Meyer es quizá junto al productor Epigmenio Ibarra y los moneros de La Jornada, Helguera y “el fisgón”, de los pocos periodistas e intelectuales que mantienen su respaldo al régimen de la 4t. Otros, como Julio “Astillero” Hernández Ricardo Rocha, se han desencantado, y a su periodismo crítico, los fanáticos del lopezoradorismo reacción con virulencia.
Debemos considerar a ciertos políticos que pusieron distancia ya como parte del gobierno y que al desmarcarse o renunciar a sus cargos, fueron objeto de una buena dosis de arremetidas por defensores de la 4t. Citemos a los senadores Germán Martínez y la periodista sonorense Lilly Téllez y al ex titular de Hacienda, Carlos Urzúa. A todos los mencionados, se les prodiga el mismo trato, por momentos peor al trato de los adversarios políticos reales o virtuales.
Lorenzo Meyer llegó a MVS con Pedro Ferriz de Con, quien imponía línea blanda, progobiernista y acabó por despedirlo de su espacio. Aristegui lo rescató. En los días posteriores al despido de Primera Emisión, el noticiero de mayor audiencia en el país, Lorenzo Meyer decía que todos los periodistas buenos deberían mostrar lo podrido del gobierno, y todos los medios tener eso como objetivo. Cuando “la casa blanca”, Meyer se explayó sin consideraciones y se unió al coro de echar a Peña Nieto de Los Pinos y convertir en presidente a López Obrador del que Román su hijo es titular de la Sedatu.
En mayo del año pasado, cuando un grupo de 650 intelectuales y periodistas firmaron su carta “contra la autoritarismo gubernamental y la defensa de la democracia, el ejecutivo federal se ufanó de tener de su lado a Lorenzo Meyer. Amlo citó a trece nombres, entre ellos a Enrique Galván y Pedro Miguel, dos columnistas de La Jornada. Ya no estaba Julio Astillero, quien ya vilipendiado desde las mañaneras, endureció su crítica.
Entre aquellos 13 nobles de Amlo, se mantenía Meyer. Interesante sería saber qué opinión le merece Aristegui y su periodismo. Porque Amlo ya la tacho de simuladora y promotora de los infames “conservadores”. ¿Bajo qué son sus argumentos? Ninguno. Bueno, sí, las razones del huésped del Palacio Nacional son la información difundida desde sus espacios por la periodista. La crítica que tanto aplaudía Meyer, son la razón del linchamiento que desde la mañanera presidencial se esparce, contra la periodista y muchos otros.
“A la hora de las definiciones se fue”, dijo la mañana de este viernes 4 de enero López Obrador. ¿Será que para el presidente el mejor periodismo es el que adopta su ideología, su partido, su régimen, el que aplaude su gestión?
Confesémonos. Practicar un periodismo como el que se impone desde el poder político, al gusto de López Obrador, y al gusto de cualquier inquilino de los pinos o del Palacio Nacional, debe ser de lo más cómodo. Blandir a la matraca ayuda a tomar la mejor butaca y deja dividendos. Garantiza cercanía a la elite del poder.
Quien intenta practicar un periodismo distante del poder, tan crítico como capaz de transformar en energía positiva el descontento social, tendrá como respuesta los venenosos saludos azuzados a través del aparato del gobierno.
Revolcadero
A la embestida de “la mañanera”, Carmen Aristegui respondió puntualmente en su espacio noticioso del viernes: “El presidente de la República hace uso del poder político que tiene, y de su mandato, para ocupar tiempo y recursos para agredir de esta manera (…) Es lamentable que se quiera utilizar la palabra tan poderosa del presidente de la República para destruir reputaciones. Me queda clarísimo que el presidente dice cosas que tienen un solo propósito: dañar en lo que es más importante para un periodista, su reputación, su trayectoria, su credibilidad. En lo que a mi corresponde, y hago mi trabajo, soy una periodista de muchos años, el público dirá lo que tenga que decir de mi trayectoria”, dijo. Subrayó: “me acusa hasta de engañar a la ente, me acusa hasta de cosas absolutamente absurdas y ya que cada quien analice quién engaña a quién y cada quién que se haga cargo de su biografía y ya veremos en qué termina toda la historia” y al final dijo observar un “tránsito difícil” para el cual es importante el trabajo periodístico aunque resulta odiosos, antipático o incómodo.****** El documental “Silencio radio” se estrenó en México el 20 de enero luego de ser exhibida en un medio centenar de festivales internacionales de cine. Es la historia de Carmen Aristegui y su equipo de investigación, despedidos en marzo de 2015 de MVS radio después de revelar la existencia de La Casa Blanca del presidente Enrique Peña Nieto. Las escenas permiten observar la persistencia de la periodista por ganar espacios en radio, televisión; o por instalar su redacción y organizar su equipo de investigación; no se arredra ante las presiones y amenazas inmediatas a la publicación y se mantiene cuerda cuando asaltan su oficina y le roban equipo. Tampoco se amedrenta cuando se descubre que le espían con Pegasus, el software israelita, y por aparte a su hijo. Se le ve llevando su caso, el despido, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El documental incluye la elección presidencial que puso a Andrés Manuel López Obrador, un triunfo electoral para el cual, en buena medida fue posible gracias al periodismo de denuncia de Aristegui.****** Silencio Radio es producción de Philippe Coeytaux, Nicolas Wadimoff, José Cohen Ovadia en asociación con RTS Radio televisión Suisse bajo la firma productura Artegios. Juliana Fanjul es la directora. Ya desde 2019 se había proyectado por primera vez, y en México se llevó a la pantalla del cine el 20 de enero. Apenas este último martes se exhibió en la sala Central Casa Creativa gracias a las gestiones personales de Sebastián Hernández, con la directora Fanjul. El joven cineasta es el primogénito de los amigos Carlos Hernández y Silvia Álvarez y está empeñado en traer buen cine a Puerto Vallarta y proyectarlo en Casa Central Creativa. Este es un nuevo espacio cultural independiente ubicado en una antigua fábrica de tortillas y que ahora está siendo usada para promover el quinto y otras artes.