CONTEXTOS
Gerardo Sandoval Ortiz
Cuando los mismos que hicieron un cochinero de cada proceso interno en el PRD ya retardaron un año la renovación de la dirigencia nacional de Morena, un Andrés Manuel López Obrador, fuera de quicio por perder a uno de sus más lúcidos y antiguos colaboradores -Jaime Cárdenas- Andrés Manuel López Obrador, recrimina la ausencia de “lealtad a ciegas” a su proyecto.
Jaime Cárdenas fue uno de los consejeros pioneros en el Instituto Federal Electoral ciudadanizado y como en su momento otros funcionarios del gobierno federal, en su carta de renuncia aludió la presencia de actos de corrupción cometidos en manadas. Dijo haberse desempeñado con lealtad reflexiva, no ciega, y apenas López Obrador supo del contenido, cuestionó su falta de lealtad a ciegas a la 4.
Estamos por superar el primer tercio del gobierno de la Cuarta Transformación, que todavía desliza culpas a los anteriores gobiernos, a los neoliberales o conservadores. Un año atrás, por estas mismas fechas abrieron un proceso interno para renovar la dirigencia nacional del partido gobernante y en sus primeras jornadas acabaron por liarse a balazos. Incapaces e incompetentes para someterse a un proceso democrático interno, tal vez ves por desconocerla o ignorarla, acabaron por apelaron al arbitrio de la autoridad electoral –por mandato de la máxima autoridad judicial- y en esas andan.
La intención de hoy no es espulgar en la guerra de los morenos, de traer a colación la amenaza de don Porfirio Muñoz Ledo de expulsar a Marcelo Ebrard cuando sea presidente del partido ni tampoco exponer las cuentas mochas de Mario Delgado en el manejo del dinero de la fracción en la cámara baja.
Más bien, nos proponemos echar un vistazo a todo en su conjunto, al comportamiento del régimen de la 4T y nos es ineludible citar a Morena, que como partido gobernante es pieza relevante del régimen dominante en su conjunto.
El sistema político de México trascendió por el logro del PRI de perpetuarse como partido único por 70 años en el poder. Un gobierno tan longevo como el PRI arropó beneficios y produjo beneficiarios en la clase empobrecida pero siempre sin dejar en el desamparo a la burguesía hasta enriquecer a la clase privilegiada. De ellos se queja cotidianamente López Obrador, quienes según él perdieron privilegios y son los mismos que en sus campañas lo tacharon de ser un “enemigo de México”.
El viejo régimen asoció a la elite empresarial con otra reducida clase de políticos. Los últimos están alineados, unos en el PRI, lo más en el PAN, todos juntos llamados con desdén, “la oposición moralmente derrotada”.
Bien, entonces, tenemos una sociedad en un país en donde intenten cohabitar, en palabras del presidente del país, “los que están conmigo y los que están contra mí”. A eso se reduce la visión del país democrático que carga en sus hombros López Obrador.
Así, tenemos a una nación con un país hegemónico y con una oposición moralmente derrotada, cuyos bloques se componen por antiguos beneficiarios aquella “dictadura perfecta” aludida por el escritor chileno, Mario Vargas Llosa. Es decir, tanto en Morena como en la oposición abundan los colas largas y apenas te mueves y pisas una.
El régimen de la 4T ha dedicado estos casi dos años a desaparecer por nombre programas sociales creados antes. También ha desaparecido instituciones y organismos, proceso que no concluye. Luego los sustituye por rimbombantes nombres.
Falta ver dos tercios del gobierno de Amlo pero visto está que se ha propuesto extirpar todo lo que huela “a los de antes”. Pero su proceso de sustitución no va más allá de cambio de nombres.
Sin embargo, López Obrador construye cimientos para perpetuar sino un maximato como el de Plutarco Elías Calles, un sistema asemejado al caído régimen priista, basado en el clientelismo electoral tan arraigado que arrojó tantos votos al PRI como para ganar hoy mismo elecciones desde la oposición.
El PRI pudo ser invencible, inclusive antes de ser PRI, por construir un entramado de patrocinios de lealtad. Pudo lograr –en el gobierno de Lázaro Cárdenas- el apoyo del Partido Comunista y diversas organizaciones, políticas y obreras, de corte socialista y marxista. En su base revolucionaria cabían obreros y campesinos, pero también intelectuales, militares y empresarios.
El régimen priista se incubó, no de la noche a la mañana, sino por ese patrocinio de beneficiarios de sus programas de gobierno. Todos ellos demostraron una lealtad a ciegas al PRI. Es cierto lo de aquella famosa frase de que, “si el PRI postula a un olote, por el votamos”.
A propósito de la pandemia y el largo y obligado receso laboral, algunos aspirantes de Morena a cargos de elección popular salieron a las calles a repartir alguna despensa y ayudar a los necesitados a medio mitigar la crisis económica. Nos asombró la furia con la que algunos morenos reaccionaron contra ellos. Ni a su diputada federal Lorena Jiménez se la perdonaron. Dieron una razón: entre los postulados de Morena no cabe el reparto de dádivas.
No recordamos la lectura de una tesis escrita por una doctora de Harvard pero del tema establecía con claridad la diferencia entre patrocinios de lealtad y clientelismo electoral. Lo último tiene que ver con programas sociales, que en efecto, los mantiene la 4t y como “los de antes”, procurando beneficiar, primero a sus simpatizantes y si sobran recursos, a “los otros”.
El PAN, con Vicente Fox y Felipe Calderón, no pudo sostener más de dos sexenios su gobierno pese a que mantuvo los programas sociales de “la dictadura perfecta” y añadió otros. Se demostró con los panistas que la maquinaria tricolor se fortaleció más en los patrocinios de lealtad, el modelo que permitió ampliar los beneficios a todos los sectores sociales, campesinos y obreros, incluyendo las clases medias y altas. Es decir, la fórmula del éxito en los 70 años del PRI fue repartir dádivas a los pobres sin desamparar a la elite empresarial del país. Estaba por demás imponer condiciones de lealtad a ciegas, como lo exige López Obrador que parece pretender comprar lealtades a ciegas y con Jaime Cárdenas fracasó en ese empeño.
Se acusó al PRI de comprar el voto de los pobres pero su desplazamiento prueba que compras ni dádivas es suficiente para ganar una elección. El éxito obedece a diversos factores y uno de esos factores son los empresarios tan vilipendiados por López Obrador. Si el presidente mantiene su hostilidad a la clase empresarial, se dará un balazo al pie. Nadie le pide abandonar a los pobres y retirarles el apoyo pero él no lo entiende. El presidente más “comunista”, Luis Echeverría Alvarez no les impidió fundar el Consejo Coordinador Empresarial y fue su vía de comunicación hasta subsanar los momentos críticos de la relación gobierno-empresarios.
La 4T ha sido escrupulosamente discreta y selectiva en su trato con la iniciativa privada. Es decir, aunque pocos, Amlo otorga privilegios a un grupo de empresarios. Mantiene los apoyos sociales, la parte clientelar, y como “los otros”, impone la condición de lealtad a su partido y a su gobierno. Uno de sus brazos operativos para seleccionar beneficiarios son los “servidores de la nación”, un batallón de activistas que se camuflan, a veces como militantes de Morena, a veces como funcionarios de gobierno. Los Censos del Bienestar es producto de ellos y al fungir como intermediarios prueba el engaño del presidente López Obrador con su falso discurso de repartir apoyos sin intermediarios.
Revolcadero
Nos preguntó un vecino de acá por Ixtapa de quién era el dirigente de Morena y al cabo de un intercambio de comentarios la conclusión aceptada fue la imposibilidad de identificar con claridad la identidad del jefe moreno vallartense. Cuando se abrió el proceso de cambio de dirigencia nacional, se confusión aumentó por qué mientras unos desconocen a Hugo Rodríguez Díaz, hay quienes lo reconocen como su actual dirigente estatal. Pero extrañamente evitan hablar de sus cuadros directivos locales. Mónico Cervantes suele presentarse al frente de un Consejo de sabe qué y ahora el ex regidor enmochilado, Otoniel Barragán Espinosa, con su Coordinación de la Cuarta Transformación, pareciera reclamar el membrete. Preguntamos y nos han dada respuesta razonable: “Si no hay dirigencia estatal, cómo va a haber en Puerto Vallarta”. Luego nos indicaron que los cambios vendrán después del 10 de octubre, cuando en teoría, el INE definirá es el ganador de sus encuestas y nuevo presidente nacional de Morena.******Días atrás el diputado local, Luis Ernesto Munguía González ordenó difundir un boletín de prensa en donde aparecía al lado de Luis Donaldo Colosio Rojas, hijo del malogrado político sonorense, que en su campaña presidencial fue asesinado en Lomas Taurinas de Tijuana. Bueno, dizque hablaron hasta de hermanar Puerto Vallarta con Monterrey, la ciudad donde habita el hijo de Colosio. Sucede que Colosio Jr es militante del Movimiento Ciudadano y se enfila a ser candidato a alcalde de la capital regia. El creador Komento, una plataforma virtual que ofrece asesorías jurídicas a emprendedores, no es ni por asomo preferido en las simpatías de sus paisanos pero acá Munguía ya hace planes de un futuro hermanamiento. No sabemos si Munguía visitó Monterrey y allá se cruzó con Luis Donaldo Jr pero podemos añadir que aquí, en el mero corazón de El Pitillal reside su hermana Mariana Colosio Rojas. (Hace poco más de un año publicamos este dato y como hoy, omitimos precisar datos sobre la residencia de Mariana Colosio). Es decir, nada extraordinario habrá que Munguía y Colosio se encontraron en algún lugar público de este destino y aprovechó la ocasión para la foto.******* El ex regidor Otoniel Barragán Espinosa, quien se presenta como Coordinador de la Cuarta Transformación en la ciudad, está invitando a conocer y escuchar a Alejandro Rojas Díaz Durán, uno de los aspirantes finalistas en la renovación de la dirigencia nacional de Movimiento de Regeneración Nacional. El evento se realizará este sábado 26 de septiembre, a la una de la tarde, en el Salón Vallarta, que se localiza sobre la calle 16 de Septiembre de la colonia Palmar del Progreso, allá en la parte alta de El Pitillal.