CONTEXTOS
Gerardo Sandoval Ortiz
Una de las regla sagradas no escritas del periodismo ha sido no tocar a la iglesia no al ejército. En segundo plano, la vieja escuela del periodismo mexicano aquellos, solía incluir ser medido en el trato a la clase política, lo cual de ninguna forma privó la existencia de la prensa crítica.
Al día de hoy, la imagen del ejército carga su deterioro, una mancha que ennegrece el uniforme verde olivo salpicado por los nexos de muchos de sus generales con los varones de las drogas. En paralelo, la iglesia católica ha debido admitir que muchos de sus representantes con sotana han abusado de sus creyentes. Otra iglesia, La Luz del Mundo, hoy vive su peor crisis, con su más alto líder confeso de haber mancillado a fieles.
El asesinato de dos sacerdotes jesuitas en la sierra y el subsiguiente reclamo de la iglesia católica al presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, de dar un giro a su política de seguridad, porque “los abrazos ya no alcanzan para cubrir de los balazos” los enfrentó al gobierno federal, a Amlo y sus seguidores. Periodísticamente eso es oro y no hay forma de eludir el tema.
Pero López Obrador tiene abiertos otros frentes. Ha reñido con comunidad judía, con los intelectuales, con loa comunidad científica, se jalonea con la UNAM, con otros sectores de la sociedad. Vive confrontado con la prensa mexicana. Casi siempre reacciona contra quien osa refutarlo o contradecirlo. Combate a los periodistas que se atreven a cuestionar a su gobierno, lo cual permite presumir que en él ha anidado el virus de su intolerancia.
Con Amlo, en su gobierno no hay espacio para la diversidad que no comulgue con sus postulados ni mucho menos difiera de su posición ideológica, la que en algunos momentos se tuerce hasta alinearse al consevardurismo.
Ahora que la revista Proceso ha difundido en los últimos días una serie de videos (Confidencial, expedientes de la Guerra Sucia), nos llamó la atención uno en especial, el dedicado al ingeniero Heberto Castillo Martínez, El ingeniero es uno de los pioneros del esfuerzo por alcanza la democracia, víctima del espionaje, perseguido político, huésped de Lecumberri por su participación en la movilización estudiantil del 69. Cofundador del PRD, fue su candidato a gobernador de su natal Veracruz y López Obrador fue su coordinador de campaña. Aceptó la derrota. Supo que su desarraigo jugó en contra. Amlo acusó fraude, el ardid que lo distingue y al que recurre cuando no gana una partida, la que sea.
Heberto Castillo viene de años antes de los años de la Guerra Sucia. Es ingeniero por el Politécnico no por la UNAM de la que fue un prestigioso académico. Abrazo la causa cardenista desde que el expresidente Lázaro Cárdenas del Río -el inspirador de López Obrador has dicho el presidente- lo invitó a la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional del cual surgió luego el Movimiento de Liberación Nacional, la vía para unificar la izquierda mexicana un largo y doloroso proceso que culminaría hasta 1987, con el Frente Democrático Nacional que acompañó la postulación del ingeniero Cárdenas. (Donde estaba Amlo? En estos tiempos en el PRI). Uno de sus discípulos en la UNAM fue Lázaro Cárdenas Solórzano quien influyó para aceptar ser secretario particular del presidente que expropió el petróleo en 1938.
En las elecciones presidenciales 1988, el partido Mexicano Socialista lo designó como su candidato a la cual declinó en aras de la unidad de la izquierda y en favor de su amigo y discípulo el ingeniero Cárdenas. La revista Proceso tituló “No mires de dónde vienes, sino a dónde vas”, frase que lo definió de pies a cabeza.
Además de Cárdenas Solórzano, Heberto Castillo “apadrinó” a López Obrador cuando del PRI saltó a probar fortuna en la izquierda. Amlo nunca supo entender los postulados de Heberto Castillo quien solía decir que “declinar no es claudicar, sino entender la realidad y ponderar racionalmente las circunstancias que vive México”.
En el ejercicio del poder, Amlo no se equivoca. Sus reacciones son impulsivas, siempre agresiva a todo aquel que se atreve hasta a sugerirle qué hacer.
Cuando declinó en favor de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, dijo: “pensé en todos aquellos que se quedaron en el camino luchando por las causas que yo lucho, en quienes murieron el 27 de octubre de 1967, el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1991. Recordé que sus voces que clamaban unidad revolucionaria para avanzar. Y creo que nunca antes en mi vida había tomado mejor decisión”.
Amlo se creyó a ciegas aquello escrito por Carlos Fuentes en novela La Silla del Águila, que “los principios deben ser buenos criados de amos perversos”.
A sus subordinados, el presidente les exige obediencia a ciegas. A sus opositores y críticos, a quien disientan, no tiene consideraciones ni misericordia. El pueblo es de amigos y enemigos.
A diferencia de Heberto Castillo o de Rosario Ibarra de Piedra, de integrantes de la verdadera izquierda mexicana, como José Revueltas y Eli de Gortari, contemporáneos de la lucha estudiantil y presos políticos, López Obrador difícilmente traicionará convicciones de izquierda porque por que no tiene. Él es un converso de la era moderna que se adapta a los zigzagueos de guión que le escriben individuos de un talante del nivel de Manuel Bartlett, el de la frase “se cayó el sistema”, para hacer ganar a Carlos Salinas y aplastar a Cuauhtémoc Cárdenas.
“¿Dónde estaban?” acusó de guardar silencio a los curas AMLO. La iglesia documentó pruebas de haber alzado la voz desde hace medio siglo, cuando el inquisidor ahora desde el Palacio Nacional enciende la hoguera y trata de quemarlos vivos. Amlo y muchos de su gabinete, eran parte del sistema político que atizó la guerra fría, de los que aplaudieron las persecuciones a Demetrio Vallejo y Valentín Campa, apalearon a los médicos cuando tomaron las calles y despojaron del triunfo –aunque nunca documentado- de Cárdenas Solórzano, la alternancia en el país, 40 años antes del triunfo del tabasqueño.
Con Cárdenas de presidente, con Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, y otros pioneros de la izquierda, México no sería el de hoy.